
En un intento por probar algo nuevo, hace seis años Aroa Sío (43), dueña de una academia de clases particulares en Vigo, decidió presentarse a las oposiciones para policía. En las pruebas físicas logró correr los 1.000 metros en menos tiempo de los cuatro minutos exigidos, pero terminó exhausta y sin aliento; el tabaco y la vida sedentaria de los últimos veinte años la habían dejado fuera de forma. Dejó de fumar y se apuntó a un gimnasio, dos decisiones que le cambiaron la vida; no logró la plaza de policía, pero comenzó a correr con asiduidad y ganar todas las carreras. Hoy, pasados los 40, es una atleta profesional. Hace unos meses, convencida del poder del ‘ahora o nunca’, cerró la academia y decidió disfrutar de un lujo al alcance de muy pocos atletas: vivir del deporte. En sus ratos libres, organiza carreras de mujeres de iniciación en el trail y ha logrado que su madre comience a correr a los 60 años.
De ser novata en las carreras a profesional en un tiempo récord ¿Cómo lo has hecho?
Quería preparar unas oposiciones a policía y una de las pruebas consistía en correr 1000 metros por debajo de 4 minutos. Lo hice en 3.40, pero creía que me moría al acabar la serie. Lo vi claro, una cosa es estar cansada por el esfuerzo y otra cosa es ver por primera vez el daño que me estaba haciendo el tabaco. Fui a mi médico de cabecera, me recetó unas pastillas con las que dejé de fumar y comencé a ir al gimnasio. Poco después me apunté a una carrera en el monte, sin saber siquiera lo que era un trail, y lo pasé muy mal. Pero, a pesar de todo eso, gané la prueba, todo el mundo con un equipo especializado y yo con unas simples deportivas, pero gané.

«Prefiero llegar la última antes que retirarme de una carrera».
¿Y qué sentiste en ese momento?
Estuve una semana sin poder moverme del dolor, tenía que bajar las escaleras de espaldas. Y me juré que no volvería a competir. Tarde cinco meses en volver a entrenar, y lo hice porque mis amigos me insistieron para que saliese a correr con ellos. Me resistía porque pensaba que iba a ser un lastre para ellos, pero al final me decidí. Y flipé. Ahí fue cuando dije ‘esto es lo mío’, el correr por el monte, el paisaje, los amaneceres. El deporte transmite fuerza, seguridad, me siento poderosa y libre cuando corro. Es una energía que me alimenta y me hace sentir bien.
Has tenido una progresión tremenda, has ganado casi todas las carreras a las que te presentas.
Sí. Por eso a los seis meses me empiezan a patrocinar Hoka y Land y estuve cuatro años con ellos, muy contenta con el trato y con los productos. Yo flipaba, decía “madre mía, estoy haciendo algo que me gusta, y me están pagando”. Hace un año firmé con una marca nueva, con Craft, lo que me permite pasar a otro nivel, salir a correr al extranjero y vivir de esto. Cerré la academia que tenía, porque sentí que era ahora o nunca, que tenía que vivir esta experiencia, tengo una edad y no me quedan muchos años por delante como profesional, sé que tengo una fecha de caducidad.


¿Es más difícil dejar de fumar o dar el salto a una nueva vida?
El tabaco no es fácil dejarlo, yo a veces tengo miedo de recaer. La academia me daba estabilidad económica, pero si tengo que volver a abrirla no creo que tuviese ningún problema. Yo me lo he currado mucho con los niños, las cosas no caen del cielo, nunca cobré las horas extras que hacía para que los niños aprobasen, cuando tenían exámenes, estaba muy comprometida con ellos y sé que no me costaría volver a levantar el negocio. Todavía me escriben algunos niños para preguntarme dudas. Y les contesto. Además, vivir de esto no significa exclusivamente que tengas que ganar todo el rato, puedes hacerlo de otras formas.
No es que te hayas hecho corredora, sino que además te has lanzado a las carreras de montaña, que normalmente se realizan por terrenos escarpados, con barro, cuestas y mucha rama suelta. Es decir, elegiste la parte más dura del atletismo. ¿Qué te aporta correr por montaña?
En asfalto siempre vas a la misma velocidad y además vas muy pendiente de los coches. Sin mbargo, en la naturaleza todo es diferente, si bajas, vas más rápido, si subes tienes que bajar el ritmo y eso te da tiempo a disfrutar del paisaje, ves un pájaro, un animal que se te cruza… Correr en la naturaleza me transmite una energía que no tiene nada que ver con correr por carretera.

En el último año has probado además las ultras, te lanzaste a correr las cien millas, en concreto, en California hiciste 160 km y en la UTMB de Chamonix 175 km en 27 horas. ¿Cómo te quedas después de tanto esfuerzo?
El cuerpo se queda destrozado porque le has metido un tute increíble, pero tu cabeza siente un subidón, independientemente del puesto que hayas alcanzado. Al final eso es lo que nos ocurre a todos, la recompensa está en superar tus propios límites.
«La recompensa está en superar tus propios límites».
¿Seguirás corriendo ultras?
Sí, estoy muy contenta con los resultados. En la UTMB quedé octava en la general e hice el mejor tiempo de las españolas. Yo no tengo experiencia en las 100 millas, así que aún tengo mucho margen de mejora en esta prueba. Yo ahora las carreras de 55 kilómetros las uso para entrenar.
Hay que tener mucha motivación para salir a correr todos los días, llueva o haga frío. Además del entrenamiento físico, ¿tienes apoyo psicológico?
La verdad es que no. Cuando salgo a correr disfruto muchísimo, me lo paso pipa, como un niño en el parque, nunca lo veo como una obligación. Lo que menos me gusta son las series y aún así salgo feliz. Salir a correr cuando llueve o hace frío o no tienes ganas ya es un entrenamiento psicológico. Me transmite fuerza, seguridad, me siento poderosa y libre cuando corro.

Hace unos meses, sufriste un COVID severo y pensaste que no lo contabas. ¿Cómo es enfrentarse a la muerte?
Había ido a entrenar para la UTMB a Francia con mi marido. Acababa de ponerme la vacuna anti-COVID-19, me encontraba mal pero seguía entrenando. Al tercer día no me levanté de la cama. Estuve varios días en el hospital como un vegetal sin comer, sin hablar. Pasamos la cuarentena en Francia y volvimos a casa.Tardé un mes en empezar a entrenar porque había perdido tanto peso que los médicos me prohibieron hacer deporte hasta que me hubiese recuperado. De pronto me empecé a encontrar muy mal, ingresé en urgencias y creían que no salía porque no encontraban el problema. Resultó ser una mediastinitis (inflamación del tórax) y, ya con el tratamiento adecuado, comencé a moverme. Después tuve una conversación íntima con mi madre y le dije “pensaba que me moría, pero quiero que sepas que me moría feliz”. Todo lo que estoy haciendo me llena, mi hija sabe que la quiero, mi padre sabe que le quiero, porque se lo digo. Me habría muerto en paz. En ese momento mi madre me dijo que a ella le habría gustado viajar, pero no lo hacía porque no tenía con quién. Y cuando salí del hospital, le inscribí en un gimnasio, en marcha nórdica, para que conociese gente y saliera. Ahora es la persona más feliz del mundo, en una salida le invitaron a apuntarse a una carrera de marcha nórdica y está entregada. Y además ha comenzado a correr, ha hecho su primera carrera de cinco kilómetros y está preparando una de ocho.
En tus ratos libres, te dedicas a organizar carreras o quedadas para mujeres que se quieran iniciar en el trail. ¿Por qué lo haces y por qué solo mujeres?
Cuando yo empecé con esto, mis amigos me decían ven a entrenar, pero yo no quería ir con ellos por miedo a ser un lastre. Y eso les pasa a muchas mujeres, que se sienten inseguras. Las hay que no tienen con quien salir. Si creas un grupo para mujeres, eso les da seguridad y acaban haciendo algo que nunca habían hecho.
¿Y a quiénes está dirigido?
No ponemos límites, a todas las que quieren participar. Puedes hacer los nueve kilómetros corriendo o simplemente caminando, lo importante es hacerlo todo. Y todas tienen algo en común; la cara de felicidad que tienen cuando acaban, lo hayan hecho andando o corriendo. En la última carrera, que hicimos en tres ciudades a la vez, en Bilbao, con Leire Martínez; en Ibiza, con Fátima Vázquez y, en Vigo, conmigo, había mujeres de 65 años. Yo balicé todo el recorrido de nueve kilómetros, para que las que iban por delante no se perdiesen. La intención es que conozcan el deporte, vean cómo se sienten practicándolo y conozcan a gente con la que salir. Se ha generado un grupo de WhatsApp y ahora quedan por ahí. Hacemos una convocatoria dos veces al año y estamos intentando que la próxima quedada sea en diez ciudades a la vez.
¿Duele retirarse de una carrera?
Mucho, más que llegar la última. Y lo peor es que pasas diez días sin poder hablar de ello. Cuando me encuentro mal, me recuerdo que, si me retiro, voy a estar diez días hecha polvo, así que prefiero llegar la última que retirarme.

Fotos: Miguel Rúa.