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Bárbara Hernández: «Trabajo para ser la mujer y nadadora que me hubiese encantado conocer cuando niña»

- 23/02/2023 -

No hay reto que se le resista a esta mujer que nada en las aguas más frías del planeta. Por una buena causa, el proyecto Antartica2020 que busca la protección de la Antártida y sus aguas , esta psicóloga chilena de 37 años se acaba de convertir en la persona que más tiempo ha nadado en un mar gélido- 45 minutos en aguas del Antártico a 2 grados de temperatura para recorrer 2,5 kilómetros. Y ya se está preparando para su siguiente reto, cruzar el estrecho de Cook, en Nueva Zelanda, algo que forma parte de su proyecto Siete Océanos. Sus hazañas tienen un mérito añadido, todo lo hace sin neopreno, con un simple bañador, lo que le permite un contacto más estrecho con el mar y la naturaleza, uno de los motores que impuslan sus carrera. A pesar de la distancia, la diferencia horaria que nos separa de las antípodas y la conexión a través de una pantalla, esta chilena de 36 años es capaz de transmitirte una calidez y una calidad humana que hace que te hace querer lanzarte a cualquier mar helado con ella.


¿Cuándo empiezas a nadar? 

Muy de niña, a los 6 años. Yo vivo en Santiago, uno de los pocos sitios de Chile donde no hay mar, y para mi nadar era un privilegio, porque suponía primero la oportunidad de viajar, de ir hasta allí. Luego, y con el apoyo de mis padres, me apunté a clases de natación. Todo era muy caro y mis padres hicieron un gran esfuerzo. Vengo de una familia humilde que ha puesto mucho esfuerzo en todo esto; fui la primera en ir a la universidad, la primera en practicar un deporte y que además logró hacerlo becada en la universidad. 

Mis padres sienten que, si hay alguien en el mundo que se merece sentir algo así, soy yo 

Ya fuera por cuestiones económicas o por el riesgo al que te enfrentas, ¿tus padres nunca te pidieron que lo dejases?

No, nunca. Ellos son parte del proceso, me entienden, me ayudan, me acompañan, me aconsejan… El resultado siempre es incierto, pero a ellos les da mucha confianza mi preparación, mi entrega, mi capacidad para resolver todos los temas, incluso los emocionales también, y sienten que, si hay alguien en el mundo que se merece sentir algo así, soy yo.

El miedo tiene que tener un lugar en ti, pero no puede ser mayor que tu propósito

En tu juventud nadaste mucho en piscinas, pero no lograbas los resultados que querías. Y, sin embargo, en cuanto probaste las aguas abiertas, sentiste que aquello era lo tuyo y aquí estás, rompiendo récords. ¿Qué tienen las aguas abiertas y frías que no tiene una piscina?

La forma de conectarme con la naturaleza, de adaptarme a las condiciones, a las corrientes, a los cambios de temperatura, eso es algo que yo disfruto mucho y los demás no. Para mí, el privilegio de llegar al otro lado es lo que te ganas. Además,. está el disfrute con la naturaleza, me inicié a los 17 años y comencé a soñar en grande, con nados fuera, con cruces como el del Estrecho de Gibraltar o el Canal de la Mancha. En Chile no había ninguna mujer que practicase este deporte, y había muy pocas latinoamericanas, así que crecí casi sin referentes. Mis referentes eran mi madre y mi abuela. Me preguntaba qué tenían ellas que no tenía yo y descubrí que eran más perseverantes que talentosas. Ellas me decían que yo podía con todo y que, si no conocía a nadie que nadara así, era porque yo debía ser esa persona. Y en eso trabajo, en ser esa mujer y nadadora que me hubiese encantado conocer cuando niña. Por eso contesto a todos en las redes sociales e intento ayudar. 

No solo nadas en aguas frías, muy frías, sino que además lo haces sin neopreno, con un bañador. 

Cuando empecé a los 17 años era obligatorio el neopreno. Pero me he ganado el derecho a no usarlo demostrando que era posible. Ahora ya se prohíbe para un deporte que aspira a ser olímpico. Me empeño en no usarlo porque para mí es más importante la capacidad de adaptarte a la naturaleza, más que la rapidez. Yo solo necesito un gorro, bañador y protectores de oído. 

Y qué aporta la naturaleza en tu nadar. 

Un sentido de pertenencia, de conectar con el lugar donde estoy. Disfruto de fauna que veo cuando nado, de la luz que entra. Todo eso se queda contigo y te das cuenta de lo diminuto que eres. Sientes la naturaleza, es un aquí y un ahora, es una meditación en movimiento, he tenido la fortuna de nadar con delfines, con pingüinos, cuyo picor es dolorosoy a veces se me ha acercado un león marino, pero si eres consciente de que tú eres una invitada en su medio, no te harán nada.  

¿Y nunca has sentido miedo de esa naturaleza que te rodea?

El miedo, el temor, la frustración… tienen que tener un lugar en ti, pero no puede ser mayor que tu propósito. Con el miedo estás más conectada con lo que estás haciendo. Mis miedos son muy distintos al del resto de los nadadores, nunca pienso en el océano, en un animal que viene, a mí lo que me da miedo es fallar a todos los que están ahí, mi familia, mi equipo… 

¿Qué es el mar para ti

Es mi hogar, pertenezco a él. Siento la misma sensación que tienes cuando entras en casa de tus papás, sobre todo cuando nado de noche o hago cosas extremas como en la Antártida. Tienes el privilegio además de ver colores que no ves desde tierra. En el mar eres una invitada que tiene que agradecer la oportunidad de poder estar allí.

Acabas de lograr el récord Guinness a la persona que más tiempo ha nadado en aguas gélidas, 45 minutos, 2,5 kms, a 2 grados. Cuando saliste del agua tu cuerpo estaba a 27 grados. ¿Cómo sabes cuándo hay que parar?

Es difícil porque no te pueden monitorizar la temperatura interna. Desde la lancha tu equipo observa si bajas la frecuencia de las brazadas, si nadas desorientado, si tragas agua… cualquier cambio es una señal de que puedes estar a punto de desmayarte y no quería que pensasen eso porque entonces me sacarían de allí. Así que fui muy consciente de que tenía que seguir nadando. Yo sentía el dolor de las manos, los pies eran un bloque de hielo y no estaba segura si yo seguía pateando o no, pero miraba a mi equipo para ver cómo era su reacción y sabía que todo estaba bien. Nos habíamos marcado los 2,5 km, conscientes de que si algo iba mal me sacarían antes, por eso nos marcamos una milla como mínimo. Luego me di cuenta de que podía nadar más de los 40 minutos programados, por eso llegué a los 45 y es posible que haya hecho algo más que esos 2,5 kms. Decidí parar a los 45 minutos por respeto a mi equipo. Cuando salí ni siquiera tiritaba, tenía tanto frío que el cuerpo se salta una etapa del proceso. 

¿Y qué sientes en ese momento?

Una parte tuya se queda en ese lugar, he necesitado diez años de preparación y hay mucho camino; los cambios de equipo, el fallecimiento de mi abuela… Cuando acabo es todo muy rápido, me sacan del agua. Yo tengo la tradición de sacarme la foto con la bandera de Chile y mi equipo me ayudó a hacer las fotos. Luego me tumban en una camilla y una grúa me sube al buque mientras suena la canción de Rocky. Allí estaban los 60 marinos con los que había convivido tres semanas y, para mí, ese nado era para ellos porque pusieron todo lo mejor. F fue muy lindo estar con ellos. No podía hablar, solo me reía, era todo muy rápido. En la enfermería ya logré hablar, me pusieron aire caliente y tengo muy buenos recuerdos de ese momento, estaban mi pareja, mi amiga, más un buque completo. Pero mi equipo me veía como ida, me costaba enfocar. Estuve más de media hora en 30 grados de temperatura corporal, yo me quería mover para generar calor, ellos querían que estuviera quieta, me tomaban la temperatura, la tensión, me dieron glucosa, en hora y media ya estaba lista esperando poder bajar para hablar con mi mamá. 

Hablamos mucho de la meta, pero cómo entras en el agua, despacio, de un salto, acordándote del momento en qué decidiste embarcarte en esta aventura…

Yo entro despacio, nunca reniego del agua, la siento, mi atención está puesta en mi corazón, que es fuego, y mientras el corazón esté calentito todo está bien. Vas caminando y hay una parte de ti que quiere salir de allí, porque el agua está muy fría, pero otra que quiere quedarse porque quiere conectarse con el lugar. Suelo entrar poco a poco, pero en la Antártida no fue así porque salté desde la Zodiac.

Mi atención está puesta en mi corazón, que es fuego, y mientras el corazón esté calentito todo está bien

Estudiaste piscología en la universidad. ¿Es importante en tu vida tener esta formación?

Tengo mi propia psicóloga, que me ayuda a definir un propósito, que no es la medalla, el reconocimiento, ni la prensa internacional, sino lo que transmitimos con cada nado. En la Antártida sentía un privilegio, no por mí, sino por el océano, de alguna u otra forma estás poniendo en el foco el corazón del mundo. Eso es un motor y un propósito. Son diez años desde que lo pensé, estuve tres años pidiendo permisos, haciendo estudios de impacto ambiental de una nadadora sola, el mismo estudio que le piden a un buque que quiera llegar ahí… Todo eso tenía un significado muy importante, todo eso te enseña que el tiempo no importa, que no pasa nada si necesitas diez años, y es obvio que la psicología te ayuda mucho.

Diez años para una travesía de 45 minutos. Se necesita mucho tiempo y dinero para esto. 

Además de los entrenamientos, hay mucho trabajo de logística y de búsqueda de financiación.  Sería genial que alguien lo hiciese por mií, pero creo que yo soy la que mejor lo hace. En Chile es difícil, porque es un deporte minoritario. Doy charlas motivacionales a empresas grandes, que son las que me hacen vivir;, pero,todos los meses, imparto al menos un par de ellas gratis, que son las que más me gustan, a escuelas de natación y colegios de las zonas más vulnerables, porque es ahí donde me siento representada y comprendida. 

Cuántas veces te han dicho eso no es posible.

Elijo muy bien mi círculo, mi mamá dice que mi círculo es de hielo o de hierro, no consiento que nadie me diga que no es posible, yo no pregunto si lo ven posible, solo pregunto el cómo. Sus miedos o frustraciones no pueden contagiar algo que te apasione y, si no es posible, lo comprendo, es el riesgo de soñar en grande. 

La soberbia se paga cara y es la naturaleza la que manda. 

Estás en Nueva Zelanda preparándote para cruzar el estrecho de Cook. 

Sí, espero hacerlo en menos de diez horas, pero siempre dependes de las corrientes. No doy por sentado ninguno de mis nados hasta que llego al otro lado. La soberbia se paga cara y es la naturaleza que manda. 

¿Y después de Cook?

Voy a cruzar el séptimo océano en Japón en julio. Después tengo que empezar a reordenarme. En chile no tenemos tanta cultura de aguas abiertas y quiero hacer campaña para que se practique más. 

Hablando del hecho de ser mujer, ¿sientes que ha sido más difícil para ti todo este trayecto por serlo?

Es obvio que es distinto. Por ser mujer, todo el camino que he recorrido con mi equipo ha sido desde el hacer, el demostrar e inspirar a otras niñas. Que nadie te diga que eso es imposible, que no te digan que no vas a poder nadar en la Antártida. Para eso es necesario tener la respuesta y eso es en lo que tenemos que trabajar. Para mí,i la respuesta es el amor por el océano y mi perseverancia.


A mi me gustaría nadar en aguas abiertas, pero siento cierto respeto o miedo por el medio. ¿Me das un consejo? 

Contacta con el lugar en el que estás y disfruta del privilegio de hacerlo, uno por el hecho de ser mujer, y dos porque has decidido hacerlo. Piensa que estás en un lugar que te gusta, con gente que te quiere mucho y busca una palabra, una frase que te ayude. Y cuando dudes, repítete esa frase. Ponle nombre al miedo y eso lo hará más fácil.

¿Hasta cuándo seguirás nadando?

Hasta que el mar me quiera.

Fotos: Ulises Zacarias Yañez Lizana @zvcarias

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