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“Salir a faenar percebe es libertad y adrenalina”

- 12/01/2022 -

Paula Mouzo, percebeira

Haciendo gala del desconocimiento del oficio, se inició en la pesca del percebe como el que se lanza a una aventura; sin experiencia y en pleno invierno, cuando la mar está más peligrosa. En su entorno la tomaron por loca. Hace ya más de diez años de ese momento y sigue disfrutando de cada día de faena. Desde que es madre le tiene más respeto al mar, pero no miedo. Tampoco se ha achantado nunca ante las convenciones sociales; su matrimonio con Rocío fue el primero entre mujeres que se celebró en la Costa da Morte. Ahora salen juntas a pescar y han demostrado que para apañar percebes no se necesita tener un hombre al lado. Desde hace dos años es concejala en Camariñas, en la Costa da Morte. No sabe qué le deparará el futuro, solo sueña con jubilarse en un trabajo en el que se siente libre: percebeira.

¿Cómo llega la vocación por el oficio cuando no vienes de familia percebeira? 

La verdad es que a mí siempre, siempre, me gustó el mar y a mi mujer también. Estuvimos trabajando unos años en Fuerteventura y cuando volvimos empezamos a mirar embarcaciones que estaban en venta y compramos una para faenar en el pueblo de al lado, en  Camelle, primero, pero luego cambiamos por otra que nos permitiera trabajar en Camariñas también porque aquí también puedes ir al marisqueo y eso es una ventaja cuando la mar está muy mala y no puedes ir al percebe. Nunca antes habíamos salido al mar y compramos la embarcación para probar a ver si nos gustaba. Nos gustó y ya llevamos más de diez años.

¿Y en tu casa qué dijeron cuando les dijiste que te ibas a hacer percebeira?

Bueno, que estaba un poco loca. No les gustó más que nada por el miedo, siempre es un trabajo bastante arriesgado, sobre todo en invierno, y se preocupaban cada vez que  salíamos al mar. Luego ya se acostumbraron, vas al mar como si fueras a cualquier otro trabajo.

¿Quién te enseñó a ti y a tu mujer a pescar percebes?

La mayoría de la gente siempre aprende con un familiar, los hijos aprenden con los padres. Nosotras empezamos con un amigo y salíamos con otros compañeros, pero no eran ni padre, ni hermanos o primos, y no están tan pendientes de ti, que bastante tienen con estar faenando ellos. Un día, estás más cerca de uno y otro día más cerca de otro y uno te va diciendo haz así, haz tal, cuando tengas el mar por aquí, métete aquí y al final aprendes poco a poco.

«Cuando es algo que te gusta, lo llevas de otra manera y siempre encuentras el lado bueno».

¿Recuerdas qué sentiste la primera vez que saliste?

Compramos la embarcación en diciembre, así que la primera vez que salí fue en invierno, que es buena época porque el marisco tiene un buen precio, pero el mar es más duro, más bravo, más picajoso. Fui con un amigo. Tuvimos que ir nadando, primero él con unas aletas, lanzó un cabo y luego los demás pasamos agarrando el cable, porque como el mar está mal, así reduces el riesgo. A la vuelta, aunque el mar esté más picado, tienes esa seguridad, te agarras al cabo y llegas a tierra. La verdad es que el mar estaba fatal y a la vuelta estaba aún peor, mi madre me dijo, vaya estreno tuviste. Pero cuando algo que te gusta, lo llevas de otra manera y siempre encuentras el lado bueno.

¿Y no te asustaste?

No, la verdad es que no. Aunque hay que tenerle respeto, pero ahora tengo más miedo que antes, vas teniendo más años, tienes una hija y ves las cosas de otra manera. Cuando empecé era un poco más inconsciente. No sabes lo que puede llegarte a hacer el mar. Un hombre de Camariñas me dijo  “en verano no pasa nada, pero en invierno, si te da en los tobillos, te tira”.  Y yo decía, bah, no será para tanto. Telita, sí que tenía razón. 

Me asustaban más las deudas que teníamos al comprar la barca que salir al mar a faenar».

En algún momento has pensado que esto no era para ti. 

Solo he pensado que esto no era para mi cuando compramos la embarcación en Camariñas, empezamos a mariscar, la almeja, el berberecho, había poco marisco, estábamos las cuatro horas que podíamos estar y no cogíamos nada. Y con la lancha recién comprada y deudas hasta las orejas… eso me dio más miedo que el mar.

¿Qué te aporta este oficio?

Es jodido, pero hay días muy bonitos en este trabajo, la verdad es que sí. Trabajas al aire libre, sin nadie que te diga lo que tienes que hacer, sin clientes, a tu aire. Y eso no hay dinero que lo pague. Trabajar en lo que uno quiere es lo mejor que hay. Que conste que hay días que quiero quedarme en la cama, cuando oyes el viento y la lluvia dando en las ventanas, cuatro grados ahí fuera, un mes en el que el marisco no vale nada…  esos días me quedaba en la cama.

Es un trabajo peligroso y duro, necesita de un esfuerzo físico importante y en invierno los huesos lo sienten».

Si mañana viene tu hija y te dice que quiere ser percebeira. 

No me gustaría mucho, porque sería una preocupación grande para mí cuando salga al mar, igual que lo he sido yo para mis padres cuando empezamos. Es un trabajo aparte de peligroso también muy duro, necesita de un esfuerzo físico importante y en invierno los huesos lo sienten. Pero si es lo que le gusta, cómo no voy a apoyarla.

Tu mujer y tú habéis montado este proyecto juntas y las dos vais en equipo. Eso también es una anomalía. 

Casi siempre vamos juntas tanto al percebe como al marisqueo. Es raro, sí, porque muchas veces las mujeres van acompañando a los maridos, a los padres, ellas no van nadando, no van en la lancha…  Él se acerca a lo más difícil y le ayuda a ella a completar su cuota. Pero nosotras estamos solas. La verdad es que hemos demostrado que puedes salir al percebe sin tener un hombre al lado.

Con la homosexualidad, hemos sido una referencia para muchas chavalas del pueblo que se abrieron después de nosotras».

También habéis roto estereotipos en vuestra vida personal, sois el primer matrimonio de dos mujeres en Camariñas. 

Sí. No recuerdo si fuimos las primeras de Galicia o las primeras de la Costa da Morte. Teníamos miedo al rechazo de nuestra familia y amigos, que los demás están de más. Pero tuvimos suerte, todo fue muy bien. Ahora la homosexualidad, la bisexualidad, poco a poco se va normalizando, pero en aquel entonces nos preocupaba. Para mucha gente fuimos una referencia, quizá hemos sido un impulso o ayuda para muchas chavalas del pueblo que se abrieron después de nosotras. Para mí siempre ha sido muy importante ser feliz.

¿Qué te gusta más, salir al percebe o el marisqueo?

El percebe, porque ahí no piensas, no oyes a nadie. Desconectas. Tienes que estar a lo que tienes que estar, a eso y nada más. Es libertad y adrenalina. Pero tengo que ser sincera y decir que muchas veces llego muy cansada. Yo soy la primera luchadora de igualdad, pero también soy consciente de que la fuerza física que tiene un hombre no es la misma que tiene una mujer.

Además de percebeira eres concejala de Camariñas

Sí, eso es un poco locura, vaya cambio. Yo empecé en la política sin pensarlo. El candidato del Partido Popular me lo ofreció y le dije que no. Pero acabó convenciéndome.

¿Y estás contenta?

Sí, lo que pasa es que es una cosa que necesita tiempo y llevamos un par de años muy complicados.  Luego el COVID nos dio duro en nuestra familia y te das cuenta de ciertas cosas cuando ya no las tienes. Y te arrepientes. Empecé en la política por eso, no era mi idea, pero prefiero arrepentirme de algo que hago, me gustó, no me gustó, está muy mal, pero vamos a probarlo primero.

Galicia es tierra de mujeres fuertes.

Sí, pienso que sí. Pienso que Galicia imprime carácter, es una tierra poderosa, un mar, un verde, aquí no nos falta de nada… un poquillo de sol, quizá. Pero aquí tenemos de todo, tenemos gastronomía, tenemos mar, tenemos monte… Creo que nuestra tierra es única

¿Percebeira toda la vida?

Sí, claro que sí. Es un trabajo muy duro, pero es un trabajo para seguir hasta que me jubile.

Paula Mouzo, en la costa de Camariñas, Galicia.

Fotos y vídeo: © Ofelia de Pablo y Javier Zurita/Hakawatifilm para Indómitas.

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