Alicia Sornosa, primera mujer del mundo hispano que ha recorrido el planeta en moto en solitario.
Hace diez años salió a recorrer el mundo en moto. Comenzó acompañada, mal acompañada, y pronto decidió emprender el viaje sola. Tardó dos años en recorrer el planeta y en todo ese tiempo acumuló anécdotas y conocimiento suficiente como para escribir un libro en el que recoge toda su sabiduría viajera y anima a los que dudan a lanzarse a ello. “Toda aventura comienza con un sí”, publicado por Anaya Touring, es el segundo libro de Alicia Sornosa, la primera mujer del mundo hispano que dio la vuelta al mundo en solitario y en moto. Toda una victoria personal que calló muchas bocas a todos los que alguna vez le dijeron “no vas a poder”.
Cuando te preguntan qué eres de profesión, ¿qué contestas?
Viajera. Me defino como periodista viajera.
¿Cómo empieza tu pasión por los viajes?
Soy la mayor de cinco hermanos y para mí “lo más” era poder salir de aquella casa de locos. Y sobre todo quería salir y tener mi propia casa. Mi padre es piloto de coches y periodista de motor. Siempre nos inculcaron el movernos, viajar, explorar y ver lo que hay más allá. Yo siempre me quería ir, de pequeña le pedía a mi madre que me mandara a un internado en Inglaterra. Cuando tenía 18 años me puse a trabajar en un barco, en la cocina de un catamarán y aprendí a navegar y soñaba con dar la vuelta en un velero. No lo logré, he viajado mucho, nunca en barco.
¿Y el amor por la moto?
Me compré una moto de trail, estas que usa la gente para viajar, y conocí a una persona que me preguntó si quería hacer un viaje con él. Yo tenía que grabar los vídeos, editar fotos… Pero me cansé de sus modos, de cómo me trataba, haciéndome creer que él cuidaba de mí, cuando en realidad era al revés. A los tres meses decidí continuar el viaje sola.
¿Fue tu primera aventura en solitario?
No. En el 96 quería ir a Marruecos a conocer las carreras de orientación que se hacían en Merzouga, quería participar en ellas. Me fui a Algeciras y allí localicé uno de los todoterreno que iba a participar y llegué a la carrera.
Después de la vuelta al mundo has seguido viajando, Japón, Este de Europa, Asia y Nepal, en un viaje de emisiones cero, México y California, y África en 2018. Este último te valió el premio al “Mejor Viaje del Año”, de la Sociedad Geográfica Española.
Sí, me dio el premio el Rey Felipe VI. Todos mis viajes tienen una parte solidaria. En el de Etiopía, recaudamos 5.000 euros para construir pozos en los colegios y que las niñas no se pierdan el aprendizaje por tener que ir a recoger agua. En 2019, en el viaje que realicé por Estados Unidos, conseguí 6.000 euros para la lucha contra la Laminopatía, una enfermedad que tienen solo 42 niños en todo el mundo. En Senegal, viaje que hice con Reichel Indomable justo antes de la pandemia, pudimos comprar una moto para el jefe bassari con el fin de evitar que tuviese que hacer 50 kilómetros cada vez que tenía que ir a censar a la gente de la tribu. El hombre llevaba tiempo pidiendo una moto, pero siempre había cosas más urgentes.
Cuando sales fuera, el primer choque es el de la forma de vida, más que el de la cultura o la religión».
¿Qué te aporta viajar?
Todo. Me da felicidad, me siento bien, viva, con la sensación de que estoy aprovechando el tiempo que estoy en la tierra. Nos educan para que pensemos que lo nuestro es lo mejor porque tenemos lavadora, nevera, agua, cambiamos el coche por uno más grande. Pero no es verdad, no necesitamos todo esto. Cuando sales fuera, el primer choque es el de la forma de vida, más que el de la cultura o la religión. Hay otras civilizaciones que viven de manera distinta, más felices que nosotros, pero nos han educado para que nos den mucha pena. Todos queremos lo básico, la familia, un techo, tener para comer, pero luego cuán diferentes somos.
Eres la primera mujer de habla hispana que da la vuelta al mundo en moto en solitario. ¿Qué se siente con un título así?
Tengo ganas de que me lo quiten, que se olvide, porque significará que lo mío ha servido de algo. Una de las cosas por las que sigo luchando es por dar visibilidad para que otras niñas tengan referentes. A ninguna niña se le ocurrirá ser bombera si no hay bomberas, a ninguna mujer se le ocurre investigar los virus si no hay virólogas. Vivimos en una sociedad de continuo machaque con hombres que hacen cosas. Desde que regresé de la vuelta al mundo en 2013, hay muchas más mujeres que se lanzan a viajar, creo que se dan cuenta de que si lo he hecho yo, que soy una canija, ellas también pueden.
¿Has vivido situaciones desagradables por ser mujer?
Por ser mujer me he sentido fatal en Egipto, es el país en el que con menos respeto me han tratado. Fue una semana antes de la primavera egipcia, el país estaba muy revuelto, las mujeres tapadas hasta las cejas… no había buen ambiente. Yo hablaba francés, pero ellos se dirigían solo a mi compañero de viaje, yo era invisible y cuando no era invisible intentaban tocarme todo el rato.
¿Y el hecho de ser mujer te abre las puertas a sitios donde no llegarían los hombres?
Sí, una de las cosas más bonitas que recuerdo fue en la antigua ciudad de Dóngola en Sudán, en medio del desierto. Llegamos a un pueblecito y una mujer me dio agua, me enseñó su casa, me contó como cocinaba. Ella no hablaba inglés ni yo sudanés, no sé cómo nos entendíamos. Acabó contándome que había tenido dos abortos y que su marido, que era el jefe de la aldea, era un buen hombre porque no la había repudiado. Historias así no te las cuentan los hombres.
No te fíes de los que te dicen que no puedes hacerlo».
Un consejo para tú yo de hace veinte años.
Todavía tienes que ser más cabezona de lo que eres. No te fíes de los que te dicen que no puedes hacerlo, olvídate del “tú estás loca, te van a violar, te van a raptar, vas a desaparecer…” Nunca me ha pasado nada de eso, siempre me han tratado fenomenal cuando he viajado sola. Y los viajes que he hecho con amigos y pareja han sido fantásticos.
¿Has tenido miedo alguna vez?
Sí, pero pocas veces relacionado con las personas. En México me pilló un terremoto encima de la moto y pensé que se iba a abrir una grieta delante de mí y que todo había acabado. En Chicago, en una zona industrial, se me salió la cadena de la moto en una gasolinera y el cajero me dijo, sin salir de detrás del cristal blindado, que el sitio era peligroso y que él no iba a salir a ayudarme. Apareció un hombre con una pick-up y me insistió en que el lugar era peligrosísimo. Le expliqué que se me había estropeado la moto y resulta que él tenía un taller de motos y me llevó hasta allí. Siempre hay ángeles que salen de repente.
¿Es más complicado viajar por países subdesarollados?
A mí me han robado, pero no en África, sino en Madrid, Barcelona y Estados Unidos. En los países más pobres viajas más tranquilo porque la gente está acostumbrada a ayudarse. Huyo de las grandes ciudades, porque la gente no se conoce y ahí es donde te pueden hacer algo… En los sitios pequeños la gente sabe que tú eres la forastera, ese el ladrón, el otro el borracho….
Y después de meses fuera, ¿cómo te adaptas a vivir en una ciudad como Madrid?
Vuelves muy descolocado, con un ritmo muy distinto, te parece que aquí todo pasa muy rápido… Te cuesta coger el ritmo, llegas tarde a todos los sitios, das prioridad a otras cosas, relativizas… ya no te enfadas por nada. Al principio estás muy descolocada. Yo he estado cinco años viviendo de prestado, como nómada, hasta que al final me alquilé una casa para tener un sitio al que volver. Te planteas muchas cosas, te vuelves anárquico, apátrida.
¿Qué es para ti la aventura?
La aventura es hacer algo en lo que al principio sientas miedo o un poco de vértigo. Ahora está muy de moda decir aquello de “salir de la zona de confort”.
Cuando volví de dar la vuelta al mundo lo primero que dije fue “me ha picado el virus del viaje y ya no voy a ser capaz de estar tres meses seguidos aquí”.
Alicia sornosa
¿Engancha?
Mogollón. Cuando volví de dar la vuelta al mundo lo primero que dije fue “me ha picado el virus del viaje y ya no voy a ser capaz de estar tres meses seguidos aquí”. Fíjate, y ahora parados con esta pandemia, ja, ja. Al final no he estado parada, he escrito un libro. Quería organizar toda esa experiencia, pero también ayudar a la gente que quiera viajar ahora, explicarles cómo se puede viajar, que no les pase como a mí, que salí la primera vez con cien kilos de material que no era necesario. Todo está contado a través de anécdotas, aclaro por qué tienes que llevar lápiz y sacapuntas, por ejemplo.
¿Algo que no volverías a hacer?
Viajar con el energúmeno con el que empecé la vuelta al mundo. No lo volvería a hacer. Decidí seguir sola porque me apetecía y para callar a todos aquellos que me habían dicho que sola no podría hacerlo. En todos los viajes hay momentos duros, pero son recuerdos que borras cuando logras terminar.
¿Cómo te preparas para cada viaje?
Investigo, leo sobre el país, me informo de cómo es. Pero una vez hecho eso, no preparo mucho lo que hay en el medio, sé de dónde parto y a dónde quiero llegar, pero me gusta dejarme llevar por el viaje.
Físicamente tendrás que estar en forma, mover una moto requiere mucha fuerza.
Ya el hecho de pasar tantas horas en moto te pone en forma. No soy fanática de los deportes, creo que no he ido a un gimnasio en mi vida. Eso sí, cuido mucho la alimentación, procuro no engordar y llevo una vida saludable. Me encanta la cerveza, ¡pero nunca con patatas fritas!
¿La gente te entiende cuando explicas lo que haces y pides dinero?
Hay que dejar muy claro que viajo trabajando y trabajo para los patrocinadores. Durante el viaje tengo una rutina, el día que no trabajo se me acumula para el día siguiente. Publico todas las semanas, me levanto por las mañanas y estoy dos horas organizando redes sociales, escribiendo notas de prensa, pasando vídeos, atendiendo a las marcas que te dicen piden cinco fotos con el casco en sitios chulos. Es una forma de vida, mi trabajo. Luego están las donaciones para fines sociales, y todo va para la causa, nunca para mí. Y finalmente hay gente que me da dinero a mí, porque sí, para que lo uses como quieras. En ese caso, lo suelo utilizar para pagar una noche de un hotel bueno cuando estoy muy cansada o hacer algún arreglo en la moto.
¿Cómo te ves a los 70?
Viajando, claro, aunque sea de forma más tranquila. Me veo jubilándome en una autoracavana.
¿Te consideras Indómita?
Desde que nací. En casa me llamaban «Alicita-no-te-quejes». Todo era un “¿pero por qué?”, lo cuestionaba todo.
© Fotos y videos cedidos por Alicia Sornosa.