Imagen de Silvia Carré: «El miedo a volar es algo que está en nosotros, el avión es solo una excusa»

Silvia Carré: «El miedo a volar es algo que está en nosotros, el avión es solo una excusa»

- 17/03/2023 -

En la adolescencia desarrolló un miedo atroz a volar, que se acentuó con la llegada de su primer hijo y condicionó de forma negativa su carrera profesional como traductora. Harta de vivir bajo la dictadura del miedo, Silvia Carré (1976), se apuntó a un curso para superar su fobia. Una decisión que puso su vida patas arriba; no solo logró vencer el pánico a subirse a un avión, sino que además se sacó el carnet de piloto acrobático, cambió su profesión por la de coach para gente con miedo a volar y provocó el fin de una relación de pareja que le impedía crecer. Su historia es la de una mujer valiente que aprendió a domar sus miedos. Lo cuenta en su libro Vuela.

¿Por qué surge el miedo a volar?

No está claro, hay personas que tienen miedo a la parte técnica, a no saber cómo funciona un avión, otras tienen miedo a estar en un espacio cerrado. La gran mayoría ya habían viajado antes y lo habían hecho tranquilamente y sea porque llega la maternidad o paternidad empiezan a plantearse nuevas preguntas, o porque la persona está pasando una época de estrés muy fuerte, o ese día está muy cansada y estamos más sensibles. Solo hace falta que se junte algo más para que aparezcan preguntas que no se habían hecho hasta entonces. Yo siempre digo que el avión pasaba por ahí y acaba siendo la excusa, no es el avión, es algo en nosotros mismos. 

Y en tu caso, ¿cuándo se manifiesta?

Recuerdo un vuelo durante la adolescencia regresando de Madrid a Barcelona. Era de noche, llovía y retrasaron el vuelo y yo allí me conté mi historia y fui consciente de que necesitaba huir de allí. Con mi familia había viajado mucho, incluso en vuelos largos a Estados Unidos y, posiblemente, en algún momento surgió algo que quedó ahí y en ese vuelo se disparó. Desde entonces yo me subía al avión preparada para pasarlo mal y sufrir, que es algo que pasa a todos los que tienen miedo. Es irracional y buscas cómo escapar, pero de un avión no puedes escapar. 

Llama la atención que con semejante historial eliges como carrera traducción e interpretación, que implican muchos viajes, y además de luna de miel te vas a Nueva Zelanda, el punto más lejano. ¿Es masoquismo o te lo planteaste como un reto?

El miedo a volar es traidor, porque podemos seguir viviendo sin volar, no es como comer, te buscas alternativas como hacer un viaje de doce horas en coche. Y eso te tranquiliza. En ambos casos pudieron las ganas. En el viaje de novios, nos hacía tanta ilusión ver Nueva Zelanda que hice un pacto; será el último vuelo que coja en mi vida. Llegué enferma de los nervios, tardé unos horas en recuperarme emocionalmente. Pero a la vuelta fue peor, estuve dos días en cama. 

En cuanto a la carrera me dije  “escojo lo que me gusta y luego ya veré”. Dejé pasar en la ONU prácticas porque había que volar. Luego rechacé trabajos que me ofrecían porque suponía que tenía que viajar. Así que llamaba al rato para excusarme y decir que lo sentía, pero que me acababa de llegar otra oferta laboral. Y era mentira, no tenía nada. Acabé trabajando de profesora en una escuela de idiomas, mientras que mis compañeros de carrera estaban todos en el extranjero. 

«Superar el miedo a volar en avión fue un mero entrenamiento para aprender a afrontar y superar otros retos que se me planteaban en la vida».

¿Y eras consciente de ello o te engañabas? 

Me engañaba totalmente, yo estaba contentísima de haber encontrado la escuela de idiomas y no estar en una multinacional en un departamento de exportación. Yo tomé la decisión en base a esto, me hice mi plan B. A nivel profesional sí me limitó, pero hoy en día lo veo distinto, gracias a eso estoy donde estoy. 

Dices en tu libro Miedo a Volar, que sin el miedo no serías lo que hoy eres.

Total. Mirando atrás, pocas cosas cambiaría, ha sido un viaje personal. Con el tiempo vi que superar el miedo a volar en avión era un mero entreno para aprender a afrontar y superar otras situaciones y retos que se me planteaban en la vida y en los que no había un avión de por medio. Al fin y al cabo el estrés se repite, al final no es el avión, es lo que una cree de una misma y todo cambia cuando nos hablamos de una forma potenciadora para ir a por lo que queremos. 

Fue tu madre la que te dijo que tenías que hacer algo. 

Sí. Hubo un punto de inflexión, mi hermana estaba haciendo un Erasmus en Estocolmo, su cumpleaños era en febrero y mi madre quiso que fuéramos a celebrarlo juntas. Yo ya tenía a mi hijo pequeño, empecé a pensar me voy con él, sin él, qué va a pasar… Al final encontré una pequeña escuela de pilotos que tenían un programa para perder el miedo. Era el momento. El primer día quería marcharme de allí, pero otra parte de mí sabía que esa gente me ayudaría. Después de hablar con ellos me dieron confianza.

Y un día te subes a una avioneta. 

La última fase del programas consiste en salir en un avión pequeño. Es optativa y yo la había descartado. Pero tuve la suerte de estar con un instructor con el que ya tenía mucha confianza y me dijo “hagamos como que vamos a volar, pero sin volar”. Y fue dando pasos “ahora sacamos el avión a pista, pero no volamos, ¿eh?, ahora pedimos permiso para volar, pero no volamos si tú no quieres”. Me hacía sentir que yo tenía el control y yo decidía. Cuando estábamos en la pista me preguntó si despegábamos y yo le dije «adelante», me pidió que me fijase en los monitores; fuera hacía mucho viento, pero allí todo indicaba que todo estaba bien. 

¿Y qué sentiste al bajar? 

Le dije que estaba muy orgullosa, pero que nunca más, habíamos botado mucho. Y el instructor me pidió que le diese la oportunidad de otro vuelo. Y cogió un día en calma y estable y ya fue cuando dije guauuu.

A partir de ahí empiezas a viajar. 

¡No me paraba nadie! Empecé a dormir en los aviones, que es como la meca de los que tienen miedo a volar. Los aviones grandes los tenía ya controlados. Y luego comencé a ver la Red Bull Race de Barcelona, la fórmula 1 del aire y conocí al piloto Álex Maclean. Nos hicimos amigos. Y una de las veces que fui a Madrid él me invitó a hacer un vuelo acrobático. Unos meses después, este piloto se mató en un entrenamiento.  

¿Y qué sientes cuando una de las personas que te ha ayudado a quitarte el miedo fallece en un accidente de avión?

Muy vulnerable, pero decidí que esto no podía acabar conmigo. Entendí que en la vida pasan cosas, que la forma en cómo él entrenaba era un riesgo y él lo asumía. Él me dijo a menudo que tenía que hacerme piloto para ayudar mejor a los que tienen miedo a volar. 

«Todo cambia cuando nos hablamos de forma poderosa para ir a por lo que queremos».

Y te hiciste piloto. 

Al principio no quería, dije que haría un bautizo de vuelo como homenaje a Álex. Cuando pedí el segundo curso de iniciación me dijeron que me salía mejor sacarme la licencia y acabé sacándome la licencia de piloto privada.

Y de ahí das el salto al vuelo acrobático. 

En el aeroclub necesitaban traductores para un campeonato de acrobacias y  me ofrecí a ayudarles. Como disfrutaba mucho volando, me animaron a sacarme título de acrobacias. Lo hice y participé en un campeonato de Cataluña y dos de España. Cuando bajé del tercero y me preguntaron cuál iba a ser el siguiente y dije “no creo que haya siguiente porque todas las respuestas que estaba buscando ya las he encontrado”. Ya sé que esto no va de aviones, esto va de mí y cuando yo me abro a la posibilidad de que algo pase, pongo todos mis recursos y pasa. Ahora ya sé qué es lo que quiero transmitir a las personas con miedo.  Esto no va de aviones, va de una misma. 

Una cosa es superar el miedo a volar y otra hacer piruetas con una avioneta. ¿Cómo reaccionó la gente de tu entorno?

Me animaron mucho. Mi madre no llegó a verme como piloto, porque murió poco después que Álex, pero el resto me apoyaba. Eso sí, hubo efectos colaterales en mi pareja. De golpe empezaron a salir celos que no había antes, porque yo era la única chica. Yo no necesito que alguien me pregunte si estoy segura antes de un campeonato, así que cuando iba al campeonato no se lo decía hasta que había vuelto. Y al final, la pareja se rompió. Ahora tengo nueva pareja y me apoya muchísimo, me anima a volar. Sería difícil estar con alguien que no me diese apoyo incondicional.


¿Sigues volando?

Hace tiempo que estoy plenamente dedicada a las personas con miedo. Ahora disfruto más yendo de pasajera. Volar implica hacerlo a menudo, si no pierdes la suelta. Yo sé que puedo volver en cualquier momento, ahora estoy abriendo otros frentes. 

¿Y ya no te pesa la maternidad como excusa para el miedo a volar?

Al contrario, esto me ha dado herramientas para no cortarles las alas a mis hijos. 

«Cuando acabé el último campeonato de España dije que no habría más porque todas las respuestas que estaba buscando ya las he encontrado”.

Superado esto, ¿hay otros miedos en tu vida? 

Procuro recordar mucho cómo superé el miedo a volar. Uno de los aprendizajes que me llevo es que he aprendido que frente a algo que conocemos notamos una alerta porque no lo conocemos. Pero en cuanto deje de ser nuevo, la sensación se va. He aprendido a aliarme con la emoción, me da el tiempo justo de control para tenerlo todo controlado, pero no para que me limite. 

¿El miedo a volar se cura para siempre o es como el adicto que siempre lo va a ser y vive con el temor de volver a caer?

No me gusta hablar de curar, porque yo doy por hecho que cuando llegan ellos van a encontrar la manera, los recursos los tienen, pero falta que se den cuenta de que son capaces de hacer las cosas. Normalmente es definitivo, aunque a veces al cabo del tiempo sucede algo, pero basta con una sesión de recuerdo para reconducirlo. Muchos son gente que ya ha volado antes y que aprenden de nuevo a disfrutarlo y si en algún momento aparece el temor, aprenden a no alimentarlo.

¿Qué es volar para ti?

Lo he convertido en algo espiritual, es cuando conecto conmigo, con lo que realmente soy en el fondo. Cuando estoy en tierra soy madre, coach, hija, amiga, pero arriba conecto conmigo y son mis momentos de libertad, de calma, de reflexión. Mis compañeros pilotos me decían: ”fíjate lo que hacemos, nos separamos de la tierra”, y eso te remueve totalmente. Y, si además le das la vuelta al avión, ni te cuento. Estas cosas que hacemos en el aire metafóricamente nos las llevamos a la tierra.  

Fotos y vídeo facilitado por Silvia Carré.

Noticias relacionadas

Leave A Comment