Indómitas que sintieron la llamada de la naturaleza.
Hace unos meses Beatriz Montañez, ex modelo y presentadora del programa El intermedio, publicó Niadela, un libro en el que cuenta que lleva cincos años viviendo sola en una austera casa de campo en la que no había ni luz ni agua cuando llegó. Motáñez desgrana los detalles de una sus avances diarios para adaptarse a las leyes de lo natural y a la profunda soledad que encuentra en el campo.
Son muchos los que tras la pandemia decidieron irse a vivir al campo. Pero mudarse en las condiciones que lo hizo Montañez es radical; una famosa que renuncia a todas las comodidades y se recluye, completamente sola, en una austera casa de piedra, a kilómetros de distancia de otros humanos y solo se acerca al pueblo más cercano una vez al mes para hacer la compra. Es tal el grado de aislamiento y soledad en el que vive, que cuando coge el viejo coche que usa para avituallarse necesita ponerse tapones en los oídos para atenuar el exceso de ruido. El capítulo en el que describe su visita a la ciudad -centro comercial incluido- para comprar libros y herramientas no tiene desperdicio.
La literatura de Montañez es pura nature writing, un género literario poco desarrollado en España, pero con bastante predicamento en otros países como Estados Unidos. Su máximo exponente fue Henry David Thoreau con Walden, una obra en la que el filósofo americano cuenta su día a día durante los dos años y dos meses que estuvo viviendo solo en una cabaña junto a un lago en el corazón de un bosque. Se entiende como nature writing aquella forma de literatura de no ficción en la que abunda la descripción del medio y hay una fuerte implicación emocional del autor con el paisaje. Niadela es un canto a todo lo que rodea a la autora, paisaje y sentimientos, en su nueva vida.
Además de la de Thoreau, son conocidas un puñado de obras que narran desde lugares remotos su relación con el entorno. Apasionados de la naturaleza y la aventura que se adentran en lo salvaje para ponerse a prueba son Washington Irving, con La frontera salvaje; Rick Bass, autor de Invierno y Peter Matheissen con El leopardo de las nieves.
Aunque son pocas las obras de este género escritas por mujeres, hay un puñado de valientes que se lanzaron a la aventura de conquistar la naturaleza en solitario, como Montañez, autoras de relatos estupendos tremendamente inspiradores. Entre ellos, Diario rural, de Susan Fennimore Cooper, publicado cuatro años antes que Walden; La escritura indómita, de Mary Olivier; Una temporada en Tinker Creek, de Annie Dillar, que ganó el Pulitzer de ensayo en 1975 o El legado de Luna, de Julia Butterfly Hill, la mujer que pasó 735 días en una secuoya para evitar que talaran el árbol. Entre las autoras españolas, es imprescindible mencionar a nuestra contemporánea María Sánchez, veterinaria rural y autora de Cuaderno de Campo y Tierra de mujeres.
Solas en un mundo salvaje
Niadela
La famosa presentadora de televisión Beatriz Montañez lleva toda la vida atormentada por la muerte de su padre, fallecido cuando ella tenía cuatro años. Se siente perdida en un mundo de focos y alfombras rojas y decide instalarse en una vieja casa de piedra (prestada), con las únicas visitas de fin de semana de su pareja, que se van espaciando cada vez más. Sin agua corriente y sin luz eléctrica, Montañez cuenta en sus entrevistas que se ha impuesto una disciplina militar para no caer en la desidia; medita hora y media al día, pasa una hora cortando leña y dedica las tardes a la escritura.
“He sacado varios escorpiones de la casa. ¿Por qué se empeñan en entrar? Hace cinco noches vi uno en la pared, al lado del cabecero, cuando el picor de las pulgas me despertó”.
beatriz montañez
En Niadela describe su día a día sorprendida por la belleza y la fuerza de la naturaleza, pero sin ahorrarse la descripción de sus miedos y angustias. La primera sorprendente confesión (para alguien que decide instalarse en plena naturaleza) es la de que tiene auténtica fobia a los insectos, contra los que mantiene una lucha sin cuartel. Arañas, hormigas y pulgas, pero también escorpiones y los ratones que exploran su cocina por las noches. Con otros animales mantiene una relación más amable; como la que mantiene con un herrerillo que le despierta por las mañanas al intentar entrar en la casa por un cristal cerrado o la que entabla con una zorra que la visita casi a diario.
Hay momentos de gran belleza y comunión con la naturaleza, y otros en los que logra angustiar al lector, como cuando, debilitada por la fiebre, tiene que salir helada de la cama para reparar los daños que está provocando la lluvia intensa y sin tregua de los últimos días. Para colmo, se está acabando la comida, pero no tiene posibilidad de ir a comprar al pueblo porque la crecida del río se lo impide.
El de Montañez es un libro muy intimista y bello, pero también muy duro. Engancha desde la primera página. La historia se centra en su primer año en Niadela, con un último capítulo escrito cinco años después en el que resume parte de lo conquistado. Ahora disfruta de la energía que le aportan unas placas solares, ya no tiene pareja, ha aprendido a convivir con insectos, escorpiones y ratones y ha visto crecer camadas de jabalíes, salamanquesas, lagartos y petirrojos. La zorra dejó de ir a visitarla. Y sobre todo, ha hecho las paces con su pasado. “He pasado tanto tiempo en esta casa que siento que regresé al útero materno. Solo cuando se vuelve al origen, se puede empezar de nuevo”.
“El hambre me sienta bien. Estamos sobrealimentados. Lo sé porque a veces, cuando llega la hora de la cena, me da pereza comer, siento hastío al pensar en masticar y sentarme a la mesa. Otra de las grandes hazañas del ser humano, tener más de lo que necesita hasta en las tripas”.
BEATRIZ MONTAÑEZ
Un año en los bosques
La escritora estadounidense Sue Hubbell (1935-2018) usa un lenguaje más luminoso y alegre que Montañez para describir su vida en los Ozarks, un territorio salvaje en el corazón de Estados Unidos. Allí compraron ella y su marido, a los 47 años y con un hijo ya independizado, una destartalada granja para huir de la aburrida vida que llevaban en Nueva York como bibliotecaria e ingeniero. Pero no mucho después de instalarse, el marido la abandona y Hubbell decide continuar con su empresa de producción de miel. El libro describe la impresionante belleza de la zona, pero también la cotidianeidad de una granja en ese territorio salvaje; su convivencia con arañas y mariposas y la relación que mantiene con sus peculiares vecinos granjeros.
Para no dar falsas esperanzas a quien sueña con irse a vivir al campo, Hubbell no ahorra descripciones sobre la dureza de sacar adelante un negocio artesanal de producción de miel. “La única vez que creí que sabía todo lo que había que saber sobre la apicultura fue el primer año que tuve abejas. Desde entonces, cada año he sabido menos y he aceptado la humilde verdad de que las abejas saben más sobre la elaboración de miel que yo”.
Y aún tiene tiempo para reflexionar sobre el papel de la mujer madura en la sociedad “una vez que la construcción del nido ha perdido su encanto”.
“He aprendido que los árboles necesitan espacio para crecer, que los coyotes cantan junto al arroyo en enero, que en el roble solo se puede clavar un clavo cuando está verde, que las abejas saben más que yo sobre la fabricación de miel, que el amor puede convertirse en tristeza y que hay más preguntas que respuestas”.
SUE hubbell
El libro desprende optimismo y ternura -son preciosos los capítulos en los que cuenta los días que pasa con su hijo y la novia de este arreglando el tejado del granero-, mucho sentido del humor y de autocrítica.
“La única vez que creí que sabía todo lo que había que saber sobre la apicultura fue el primer año que tuve abejas. Desde entonces, cada año he sabido menos y he aceptado la humilde verdad de que las abejas saben más sobre la elaboración de miel que yo”.
“Ya no duermo dentro. Una casa es demasiado pequeña, demasiado limitada. Quiero el mundo entero y las estrellas también”.
Sue Hubbell
© Fotos: Errata Naturae Editores.