Pasar de la tranquilidad de una piscina a la incertidumbre de las aguas del mar, lagos o ríos. Las aguas abiertas atraen cada vez a más gente y son muchas las mujeres que están rompiendo barreras (y hielo).
Desde hace once años, Alice Goodridge, una mujer de negocios de 33 años escocesa, practica la natación en aguas abiertas, es decir, en cualquier lugar que no sea una piscina. Para ponerse en forma, sale todos los días a entrenar a un lago cercano a su casa, en las Highlands. Todos los días quiere decir todos los días, de tal forma que en lo más duro del frío invierno además del bañador, necesita un gorro de lana, unos guantes y un martillo con el que romper el hielo.
Aunque parezca sorprendente, Goodrige no está sola. Por no ir más lejos, la campeona del mundo de natación en aguas abiertas es una española de Gijón, Victoria Órtiz de Guinea Argüelles, que a sus 68 años entrena en aguas de entre cero y cuatro grados. Cuando no lo hace en aguas tan frías, es capaz de nadar horas sin traje de neopreno, como hizo en la reciente prueba Costa Travesía celebrada en Coruña el pasado mes de septiembre; 4 horas y 22 minutos nadando con un simple bañador. Cuando salió lo primero que dijo fue “que más mujeres se animen a nadar”.
En los últimos años se ha notado un gran incremento de gente que se anima a nadar en aguas abiertas, según confirma la Federación Española de Natación, y eso se refleja en el número de licencias y de travesías convocadas. Pero, las mujeres son todavía minoría. Por dar solo una cifra, en la Copa de España de 2020, que celebró catorce carreras por todo el país- la cifra más alta de la historia– se inscribieron 212 mujeres frente a 397 hombres. La veterana Victoria Órtiz sabía de lo que hablaba cuando salió del agua en Coruña.
En realidad la natación en aguas abiertas ha existido toda la vida ¿quién no se ha zambullido alguna vez en un río o lanzado a nadar al mar? Pero no fue hasta el año 2000 que se incluyó en las Olimpiadas una prueba de 10.000 metros. Es una modalidad deportiva complicada; todo el que la practica cuenta que los inicios son duros aunque seas un excelente nadador. Porque incluso cuando se nada en aguas tan tranquilas como las del Mediterráneo uno se enfrenta además de al agua fría, a la posible pérdida de orientación, a corrientes de resaca, rocas, marañas de algas, oleajes y dependiendo de la zona, presencia de tiburones, leones de mar u otras especies que pueden actuar de forma agresiva. Entonces, ¿por qué dejar las tranquilas aguas de la piscina para lanzarse a las aguas salvajes?
«Tres décadas de natación, de perseguir el equilibrio, me han mantenido firme la cabeza sobre el agua. Nadar puede permitir la supervivencia más allá de lo físico».
Bonnie Tsui
En la piscina, el nadador tiene muchos menos factores de influencia; una vez adaptado a la temperatura del agua (que suele variar muy poco de un día para otro), el nadador solo tiene que concentrarse en su evolución. En aguas abiertas, son numerosos los factores a tener en cuenta; la temperatura del agua, la del exterior, la limpieza del agua, imprescindible para la orientación, las olas, posibles choques con objetos flotantes, seguir al grupo con el que nadas… Y eso es lo que hace que sea un reto más apetecible para aquellos que buscan algo más.
Bonnie Tsui periodista de San Francisco y nadadora habitual en la bahía de su ciudad, ha recorrido el mundo tratando de encontrar la respuesta. En su libro Por qué nadamos (Ed. GeoPlaneta), rememora la natación como algo siempre presente en los momentos más importantes de su vida. “Nadé por el divorcio de mis padres. Nadé por la universidad. Nadé desde Alcatraz, porque me retaron. Nadé durante la rehabilitación de una operación de rodilla. Nadé a través de un lago cuando me casé. Nadé hasta un monasterio italiano y volví, para ayudar a zanjar una apuesta ajena. Nadé al atravesar un aborto y en cada uno de los días previos al nacimiento de mis hijos. Tres décadas de natación, de perseguir el equilibrio, me han mantenido firme la cabeza sobre el agua. Nadar puede permitir la supervivencia más allá de lo físico”.
Te enfrentas al agua fría, a la pérdida de orientación, corrientes de resaca, rocas, marañas de algas, oleajes y hasta presencia de tiburones y leones de mar agresivos.
Y es que la natación en aguas salvajes es mucho más que nadar. La bióloga británica experta en paisaje, aventurera y escritora Tessa Wardley, concibe la natación en aguas abiertas como la mejor manera de practicar meditación. En su libro Nadar en aguas abiertas. Una forma de meditación (Ed. Siruela) apunta: “Una vez dominamos el arte de nadar, descubrimos la liberación que trae consigo la ingravidez y nos adentramos en un universo profundamente íntimo donde se alcanza con facilidad un estado mental de meditación. Nadar en aguas abiertas eleva esta experiencia a un nivel aún más intenso. en el que residen el descubrimiento de uno mismo y la realización personal, y de ese modo genera profundos efectos en la mente y el espíritu”
Vicky Allen, escritora, y Anna Deacon, fotógrafa, son dos grandes defensoras de esta disciplina y co-autoras de títulos como Taking The Plunge: The Healing Power of Wild Swimming for Mind, Body and Soul (El paso decisivo: el poder sanador de la Natación Salvaje para la mente, el cuerpo y el alma) y de dos guías sobre natación en aguas abiertas en Inglaterra y Gales y en Escocia. Para Allen la natación en un lago de Irlanda donde pasaba horas cada día fue el único consuelo posible cuando murió su hermano hace unos años. Es la misma razón por la que la española Victoria Ortiz se lanzó al frío Cantábrico hace siete años, para superar la muerte de su hija.
Nadar en aguas abiertas no solo sirve para superar duelos, las autoras reciben numerosos testimonios de gente que ha dejado de sufrir dolores crónicos, problemas mentales, ataques de ansiedad y hasta soledad. Y además, aporta todos los beneficios de estar en la naturaleza. Descubrir nuevos sitios que conquistar a brazadas es una de las partes más emocionantes del proceso, lagos, ríos, pozas, estanques… cualquier sitio seguro es válido para nadar y estar en comunión con el medio. Allen y Deacon han creado juntas una comunidad capaz de juntar a más de 300 mujeres para nadar en una playa escocesa al amanecer y celebrar así el día de la mujer y tienen una cuenta en Instagram, Wildswimming stories donde recogen relatos y fotos de apasionados de todo el mundo que dan pistas de lugares desconocidos en los que echarse unos largos.
En España, es aún un deporte muy minoritario y poco conocido, pero va ganando adeptos. En las competiciones, la mayoría de los participantes son hombres- en la última prueba de Coruña, 80 hombres frente a 20 mujeres, pero se nota un interés creciente por parte de las mujeres.
A los 16 años, Paula Ruiz, olímpica malagueña en Tokyo, cambió la natación en piscina por las aguas abiertas. Según cuenta en una entrevista a Málaga Hoy, le sedujo el buen ambiente que reina en las carreras, `es un ambiente muy sano. «Yo creo que en piscina si quedara octava, la campeona olímpica no se va a acercar a darme la enhorabuena ni muchísimo menos. En aguas abiertas sí porque a lo mejor yo he quedado décima, pero he estado una hora y media delante con ella tirando, entonces dice: ‘Ay, esta chica ha estado aquí”’ Hay muy buen rollo y todos son muy deportistas. Es un entorno muy familiar’».
También en Andalucía, la sevillana Myrian Pirish Gómez, comentaba todo lo que le aporta este deporte tras culminar una travesía de 87 kilómetros por el río Guadalquivir. “Para mí lo más difícil de todo es gestionar mi ira, pero he logrado convertirla en gratitud. Este mundo es un contrapeso entre el amor y el miedo y tú decides. Si no tuviera esta droga o adicción habría caído en una depresión profunda. Me ayuda a controlar la ansiedad”.
Es tal el shock que produce la temperatura del agua que solo puedes concentrarte en nadar. Nadar para sobrevivir.
Superar el duelo, controlar la ansiedad, evitar dolores crónicos, sociabilizar… todo ello parecen razones más que sensatas para echarse a las aguas. Pero ¿qué te lleva a hacerlo en aguas gélidas? ¿Qué atracción tienen las aguas gélidas? En una entrevista a la Voz de Galicia, Victoria Ortiz cuenta que cuando te metes en aguas a cuatro grados “la sangre se te marcha de las extremidades para ir a los puntos fundamentales, el corazón, el riñón, la cabeza”. Es tal el shock que produce el agua tan fría, que no puedes más que concentrarte en nadar y nadar. De ahí quizá el efecto meditación al que se refiere Wardley. Nadar para sobrevivir, si no te concentras en lo que haces, podrías morir de congelación.
Joaquina Dalmazzo es una joven nadadora argentina de 14 años que lleva nadando desde los cuatro, a quien le apasiona nadar en aguas frías. Pero es consciente de que su pasión le hace parecer un ser extraño entres sus compañeros de colegio. “Al contar lo que hago, como no es un deporte muy conocido, suelo pasar por loca. Pero no lo cambio por nada. Me gusta nadar en aguas frías porque es donde me siento libre”, comenta. “No solo es nadar y soportar el frío, sino, también es algo psicológico, porque si uno se pone en la cabeza que puede, uno va a poder, pero si uno empieza a poner excusas no va a poder o lo va a sufrir”. La joven ha sido elegida para representar a su país en el Mundial de Aguas Heladas en República de Karelia, Rusia en marzo de 2022. No parece mal sitio para romper el hielo.
Consejos básicos para iniciarte
Si estás pensando iniciarte en esta disciplina, ahí va un mensaje de ánimo: no es necesario llegar al extremo de Alice Goodrige o Joaquina Dalmazzo. Pero eso sí, hay que saber nadar. Y es recomendable haber nadado mucho en piscina antes. Las diferencias entre las dos disciplinas son tan grandes, que casi podríamos decir que lo único que tienen en común es que se nada.
- Empieza en verano. Será más fácil acostumbrarte a las temperaturas frías poco a poco
- Únete a un grupo local; te darán apoyo y seguridad.
- Nada de forma segura, las boyas aportan seguridad, visibilidad y estanqueidad (para meter las llaves y el móvil) y ponte siempre un gorro de baño de color vistoso.
- Respeta las medidas de seguridad, no te lances a bañar donde estés prohibido. En el mar, sigue las indicaciones de las banderas y balizas y si es posible, nada paralelo a la playa, así será más difícil desorientarte.
- No te olvides de calentar antes de lanzarte al agua y de hacer estiramientos cuando salgas.
- Disfruta del paisaje, la búsqueda de nuevos lugares en los que zambullirse forma parte de la aventura.
- Mímate a la salida, nunca una taza de café caliente y un bizcocho te sabrán más ricos.
Fotos: Entradilla; fotografía del libro Taking The Plunge: The Healing Power of Wild Swimming for Mind, Body and Soul, de Vicky Allen y Anne Deacon. El resto álbum personal y redes sociales de las protagonistas.