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Maternidades indómitas, otras maneras de criar

- 28/04/2022 -

Vivir en una caravana cambiando de lugar dos veces por semana,

aceptar trabajos esporádicos en lugares remotos como guía turística. Mudarse de ciudad cada dos por tres para cumplir el sueño de ser arqueóloga. Instalarse en plena selva colombiana para encontrarse a una misma o vivir en un barco anclado en el puerto de una bonita ciudad.  Apetecible, ¿verdad? Ahora imagina llevar una vida así con hijos… Posiblemente ya no suene tan atractivo. Piensas: es complicado, es irresponsable, es de locos. Pero atreverse a llevar una vida diferente y lanzarse a la aventura cuando tienes niños no significa que seas menos responsable. Hay muchas formas de vivir la maternidad; aprovechando que el próximo domingo se celebra el día de la madre, hemos querido conocer historias de mujeres indómitas que viven la maternidad de otra forma, que no implica llevar a los niños al colegio de lunes a viernes y comer paella con los abuelos el domingo. 

Nos lo contaba recientemente la indómita Silvia Explorer, aventurera que ha hecho del viaje su forma de vida: tener a su hija Estrella le ha servido para demostrarles a todos aquellos que le decían que cuando fuese madre tendría que parar, que estaban equivocados. Tiene muy claro que su vida es conocer mundo y ese fue el motivo de su divorcio: “antepuse el quién soy al con quién estoy”. En su perfil de instagram se define como madre, libre y feliz.

Y es que Silvia siguió siendo quién era tras nacer Estrella, que con tres años ya ha recorrido 42 países. El confinamiento lo pasaron en Bali. Aún hoy, todavía mucha gente de su entorno sigue cuestionando su forma de vida. Como si la felicidad de los hijos se asentase únicamente sobre una agenda programada. “Dicen que los niños necesitan estabilidad y horarios, pero yo creo que hay que poner las emociones por encima de los horarios. A mí la vida me ha enseñado que cuando no hay estabilidad aprendes y te desarrollas más”.

Silvia Explorer con Estrella en Mongolia.

Silvia se muestra orgullosa de cómo está creciendo su hija: “es valiente, sociable y curiosa, que es lo que yo creo que todos somos por naturaleza, pero se nos olvida por la educación que recibimos”. Asegura que seguirá viajando mientras vea que es bueno para su hija: “Me dicen que luego no se adaptará al colegio o a la sociedad. Yo no lo creo, a lo mejor le es más difícil, pero a veces lo difícil suele ser mejor. Además, yo veo que mis amigas sufren mucho porque quieren hacer algo, pero quieren ser buenas madres y cumplir con todo eso de las rutinas. Y luego dicen que los niños te roban la vida.”

De momento, Estrella parece una niña feliz y encantada de estar descubriendo el mundo junto a su madre. Como lo estuvieron hace cuarenta años tres hermanos, Telmo, Vito y Mar Aldaz de la Quadra-Salcedo, hijos de Cecilio Aldaz, marinero mercante que dio la vuelta al mundo varias veces, y de Ana de la Quadra-Salcedo, hermana de Miguel, nuestro aventurero más ilustre y aventurera ella también por méritos propios.

Viajar te cambia el alma»

Telmo aldaz de la quadra-salcedo.

Ana fue una de las primeras arqueólogas de España; espeleóloga, montañera e investigadora. De una curiosidad extrema, fue una mujer adelantada a su tiempo. Pionera en el home-schooling, educó a sus hijos en las casas en las que se instalaban cada vez que ella trabajaba en una excavación. “Era una persona única y maravillosa. Todo le interesaba, en todo buscaba la belleza y la transcendencia. Tuvimos una educación nómada y nada convencional. Recuerdo un Marruecos mágico y agreste. Recorríamos los pueblos del Rif con chilabas bereberes durmiendo en las casbas, todo el día descalzos y libres oyendo historias de antiguos imperios, ciudades perdidas, de batallas y piratas. Fue una auténtica aventura. Viajar te cambia el alma”, comentaba hace unos años Telmo, hoy padre de tres hijos y jefe de expediciones de aventuras para jóvenes. Con semejantes recuerdos, ¿alguien tiene duda de que una vida así no es buena para los niños?

Ana de la Quadra-Salcedo en una de sus exploraciones.

Es cierto que hay un cierto halo romántico en la aventura, pero ésta puede pasar factura cuando la apuesta por lo diferente no se basa en la búsqueda de un sueño sino en la huida de una misma. Que el recuerdo de Telmo y el de Estrella, cuando el tiempo pase, sea maravilloso, no quiere decir que lo sea para todos los criados en la diferencia. En 2016 se estrenó el documental Amazona, que narra el reencuentro de una mujer embarazada, Clare Weiskopf, con su madre, una inglesa afincada en Colombia que decidió marcharse a vivir a la selva cuando muere su hija mayor. Atrás dejó a sus otros tres hijos a cargo de sus respectivos padres. Los dos pequeños fueron abandonados después por su progenitor. Clare tenía 11 años cuando su madre se marchó y pasó temporadas viviendo con ella en la selva. Ahora que espera a su hija, necesita que ella conteste ciertas preguntas. El documental es tan hermoso como tenso. La situación entre madre e hija es incómoda; sorprende la determinación de la mujer mayor, consciente del daño que ha podido provocar a sus hijos, pero que admite sin dudar que “en la vida de uno lo más importante es la vida de uno”. Estemos de acuerdo o no con esta frase, hay que reconocer que ser capaz de pronunciarla ante las cámaras y ante la hija a la que abandonó es de una valentía demoledora.

En otra selva muy lejos de Colombia, encontramos hace unas cuantas décadas a otra madre indómita, convertida hoy en día en un icono de la lucha medioambiental. Galardonada en 2003 con el Premio Príncipe de Asturias, Jane Goodall tenía 26 años y ninguna experiencia científica en 1960. Aún así se lanzó a la aventura de estudiar el comportamiento de los chimpancés en la selva de Tanzania. Años más tarde se casó con el fotógrafo holandés de National Geographic que trabajaba con ella. En 1964 tiene a su único hijo Hugo, que se crió en la naturaleza. “Nunca usó ropa de ningún tipo, y cada una de las tardes que compartíamos, descubríamos el mundo juntos”.

Eso sí, como vemos en el magnífico documental Jane, la primatóloga tuvo que construir una gran jaula con listones de madera para proteger al pequeño, pues conocía casos de chimpancés que atacaban a niños. Cuando llegó ese momento en que los ingleses deciden educar en serio a sus hijos, Hugo cambió las ramas de los árboles por los pupitres de un internado británico, pero África le marcó. En la actualidad vive en la capital de Tanzania, es constructor de barcos y tiene tres hijos.

Jane Goodall, una de las primeras mujeres primatólogas.

Sería injusto hacer un homenaje a Jane Goodall como madre indómita sin reconocer a otra valiente: su propia madre, Margaret Myfanwe Joseph. En 1960 las autoridades de Tanzania consideraron que una mujer no podía vivir sola en la selva, Margaret no dudó en ofrecerse a instalarse con ella a orillas del lago Tanganika. Y mientras Jane pasaba las jornadas rastreando chimpancés, su madre desempeñaba el rol de enfermera, curando heridas y enfermedades de los lugareños, ganándose la confianza de la gente local y facilitando la labor de Jane. No es extraño que Goodall aproveche cualquier ocasión para agradecer su apoyo a la que fue su gran referente.

Volviendo a nuestros días, cada vez hay más mujeres, o parejas que, al igual que Silvia Explorer, han convertido el viaje en una forma de vida. Lucía y Rubén, de algoquerecordar, han aprendido a ganar dinero y a gastar menos viajando. Durante sus recorridos “se enamoraron de los niños viajeros, porque son más atrevidos, hablan idiomas, sin vergüenza…”. En 2016, tras varios años viviendo en movimiento, la pareja tuvo a Koke y cuentan en el documental «Hola, mundo» (locutado por Alejandro Sanz) cómo han sido los primeros años nómadas de su hijo Koke. En 2022 tuvieron a su segunda hija y solo unos meses después del nacimiento de la pequeña ya están de nuevo “on the road” y compartiendo con sus seguidores cómo es vivir viajando como familia de “cuatro nubes”.

Lucy con Koke mirando el Cañón del Colorado, en EE UU, desde un helicópetero.

Criar un hijo en un barco es otra forma de hacer las cosas diferentes. Lucy Gillian, británica afincada en el puerto holandés de Rotterdam, activista medioambiental vive en el puerto de Rotterdam con su marido y su hijo, Thor, que según su madre, hace honor a su nombre (en la mitología escandinava es el dios del trueno, de la fuerza y los viajes). Thor acaba de cumplir siete años y es curioso, apasionado de la naturaleza, de la fauna marina y de las aves y ya está iniciándose en el aprendizaje de la navegación.

Su madre, que es la fundadora de eXXpedition, una organización de viajes en barco para mujeres con fines científicos en torno al océano está convencida de que esta forma de vida hará que Thor “cultive la pasión por la naturaleza y el mar. Ese amor estará ahí siempre”. Pero, sobre todo, espera que le haga resiliente y “capaz de adaptarse a los vaivenes de la vida”. Lucy confiesa que a veces sienten cierto hartazgo de las estreches del barco y deciden alquilar una casa de vacaciones durante un par de semanas, “algo que podemos permitirnos porque vivir en un barco es muy barato, ahorramos mucho en vivienda”. Thor acude a la escuela en tierra firme, donde tiene muchos amigos que le invitan a jugar en sus casas. ¿Se siente un niño diferente por vivir en un barco? “Siempre comenta los muchos juguetes que tienen otros niños, porque sus casas son más grandes y aquí hay que economizar mucho el espacio. Pero cuando le preguntas si le gustaría mudarse a un piso te dice que no, que a él le gusta esto”.

Los amigos y la familia de Lucy entienden su forma de vida: “en Londres vivía en el canal, en una barca; tenemos muchos amigos de aquella época. Y tanto mi familia paterna como la materna han sido gentes del mar y navegantes”. Pero lo habitual es que quienes eligen esta forma de vida reciban numerosos comentarios negativos, tanto de conocidos como de desconocidos. Nos lo contaba Silvia Explorer: “durante el embarazo me fui de España para no estar escuchando todo el rato que ahora ya era hora parar”. Y lo dejan muy claro Lucía y Rubén en un artículo cuyo nombre no puede ser más esclarecedor: Enfréntate a tus miedos, porque tuyos son.

Hay tantos modelos de maternidad como mujeres. Es la hora de celebrar que cada una de nosotras puede criar a sus hijos más allá de reglas y convenciones. Sea como sea, la maternidad es posiblemente la mayor de las aventuras: cada una debería poder elegir cómo quiere vivirla.

© Fotos recopiladas de archivo y cedidas por las protagonistas.

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